lunes, 8 de agosto de 2016

Salmo

Sal 148,1-2.11-12.13.14

R/.
 Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria

Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo, todos sus ángeles;
alabadlo, todos sus ejércitos. R/.

Reyes y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo,
los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto con los niños. R/.

Alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra. R/.

Él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (17,22-27):

En aquel tiempo, mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos Galilea, les dijo Jesús: «Al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día.» Ellos se pusieron muy tristes.
Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se acercaron a Pedro y le preguntaron: «¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?»
Contestó: «Sí.»
Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle: «¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los extraños?»
Contestó: «A los extraños.»
Jesús le dijo: «Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizarlos, ve al lago, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti.»

Palabra del Señor

jueves, 4 de agosto de 2016

Esa era la petición de Bartimeo, el ciego de Jericó.
Llena de confianza en el poder de Cristo.
Nacida del Fondo del alma: porque sentía íntimamente la miseria de su ceguera.
Nada le importaba la multitud que rodeaba al maestro.
Nada le importaba que quisiera hacerle callar.
No: él se haría oír¡ Y eso bastaría: porque - estaba seguro de ello- Jesús no se haría sordo a su suplica.
Había oído decir  tantas cosas buenas de Él¡
Sí, sí, bastaría que Él, le oyese.
Y gritaba más y más alto cada vez.
ÉL le curaría. Cómo saltaba ya de gozo en su esperanza¡
Él le curaría y vería... Ah¡ cuántas cosas deseaba ver!
Jesús le oyó.
bartimeo, el ciego, abrió los ojos, y vió.
Maestro que yo también vea. esta es también mi petición. 
Yo necesito ver, porque... yo también soy ciego!
Ciego, no para las cosas de la tierra: cuántas veces las veo demasiado! pero sí
ciego para las cosas de mi alma, para las cosas del cielo.
Necesito Señor, tu luz: esa luz que penetra hasta lo mas recóndito del alma, que ilumina las más oscuras tinieblas.
      Que yo vea, señor:
                                     Mi Pasado: para llorar de corazón mis extravíos. Son tantas las veces que he transitado por las sendas oscuras de la perdición y el pecado.
                                     Mi Presente: para conocerme tal cual soy delante de Tí. Tal vez ese conocimiento me causará temor: porque encontraré tal vez tantas cosas que no sospechaba o que había ya olvidado. Pero ese conocimiento será, al  mismo tiempo, el principio de mi salvación.
                                      Mi Futuro: para prever, Señor, para defenderme, para encaminar mis pasos por senderos de luz, por esos senderos donde caminas tú, luz verdadera que iluminas a todos los hombres de buena voluntad
                                      Que yo te vea siempre a Tí, Señor; que te vea en todas partes y en todos los momentos.
                                 Y que viéndote, te siga, como te siguió Bartimeo, cantando tus alabanzas. Siguiéndote a Tí, nunca caminaré en tinieblas.






lunes, 1 de agosto de 2016

Señor, en tu presencia vengo a hacer mi oración. Mi fe te mira aquí presente, porque Tú Todo lo llenas.
estás en todas partes, para que en todas partes, yo te busque,
en todas partes te encuentre,
en todas partes te conozca,
en todas partes te tema,
en todas partes te alabe,
en todas partes te ame.
Estás dentro de mí para darme y conservarme el ser; 
Estás delante de mí para guiarme;
Estás detrás de mí para defenderme,
Estás debajo de mí para sostenerme,
Estás sobre mí para bendecirme, 
Estás a mi lado para acompañarme;
Estás siempre conmigo para inspirarme, para fortalecerme, para trabajar conmigo.

En tu presencia vengo, pues, señor, a hacer mi oración.
Haz que ella sea sencilla, humilde, sincera.
Sencilla como la suplica de un niño.
Humilde como la petición del pobre.
Sincera como la oración del publicano.

Aquí estoy, Señor, en tu presencia; 
Pobre ante el rico;
enfermo ante el medico;
débil ante el omnipotente;
pecador ante la santidad infinita.

Quiero postrarme reverente  para adorarte.
Quiero que mis pensamientos todos sean para Tí.
Que para Ti sean todos mis deseos, todos mis afectos, toda mi voluntad, todo mi entendimiento.
Y que mi oración, sencilla, humilde, y sincera, sea, Señor, para gloria y alabanza tuya.
Así sea, Amen.



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